lunes, 24 de julio de 2017

Día 13: En Hungría saben montar fiestas

Publico esta entrada tarde, pero tiene una explicación. Quería terminar de escribirla traquilo, relajado y sobre todo sin estar de resaca. Entre Budapest, Croacia y fiestas de Barakaldo, esa situación no se da desde hace casi una semana. Retomo lo que tenía escrito sobre el primer día en la capital húngara.

Nos bajamos del último tren que cogeremos en el Interrail. Pisamos Hungría. Al de pocos metros, ya nos damos cuenta que Budapest nada tiene que ver con las capitales europeas que hemos visitado antes. La estación está vieja, mal cuidada y algo sucia. Las casas próximas a la estación también. Las de más allá, peor. Y así hasta llegar al barrio de nuestro apartamento, que estaba bastante céntrico. En los primeros 30 minutos que pasamos andando por Budapest nos llevamos una impresión pobre de la ciudad. Quitando en las 4 calles céntricas donde están todas las tiendas, oficinas y hoteles, los edificios están completamente descuidados y las fachadas están sucias. Puede que haya quien le encuentre su encanto al paisaje, pero a mí personalmente me parece que hay poco interés en cuidar la ciudad. O hay poco dinero o no se quiere gastar en eso.

El apartamento que teníamos reservado en Budapest era un bar. Sí, tal cual, un bar. Las habitaciones estaban en un pasillo desde el que se escuchaba perfectamente el sonido de la música y las conversaciones de la barra. Lo peor no es eso, lo peor es que el bar permanecía abierto hasta las 6 de la mañana, de forma ininterrumpida. Al menos eso es lo que yo había leído en TripAdvisor, porque no tuvimos la suerte (o la desgracia) de dormir en una de esas habitaciones contiguas a la tasca. No sé si sería porque el hostal estaba lleno o porque no tenían habitaciones de 6 allí, pero la recepcionista nos dio las llaves de un apartamento a 5 minutos del hostal. Llegamos y nos encontramos con un piso con cocina y salón en una de las calles más céntricas de Budapest. Y por 12€ la noche, de lo más barato del viaje. Pues nada, a celebrarlo.

Por si el detalle del piso fuera poco, teníamos un supermercado pegado al portal. Nada más llegar, bajamos a comprar algo de comida y bebida para cenar y conocer la fiesta húngara. Como no podía ser de otra manera, bebemos el vino más barato que encontramos. Llevamos todo el viaje pagando más de 3€ por vino que no le llega a la suela del zapato al Don Simón. Pero no tendría sentido estar intentando ahorrar con la comida y gastar el dinero en alcohol. Al igual que las 3 anteriores veces que habíamos salido (Amsterdam, Berlin y Praga), nos prometemos que iremos a la discoteca pronto, para adaptarnos al horario local. Y al igual que en las 3 ciudades que he mencionado, no lo acabamos haciendo. Salimos a las 2 del piso, no sin antes coger un par de cervezas para llevar por el camino mientras cantamos todo nuestro repertorio de cánticos de borrachera. Qué mas da, si nadie nos entiende. Nos dirigimos a la discoteca más cercana que encontramos en Google y entramos.

Es grande, tiene un par de salas y parece que la fiesta promete. Ah, se me ha olvidado mencionarlo, es sábado. Dentro hay poco húngaro y mucho turista. Y las chicas son altas, muy altas. Ah, y la cerveza es barata. Y como casi siempre, al poco tiempo de llegar nosotros, los centroeuropeos hacen una desbandada importante y nos quedamos sólo los fiesteros de verdad. De esta manera aguantamos hasta que empezamos a notar el cansancio del madrugón y del viaje en tren. Al fin y al cabo, hemos despertado a las 8 de la mañana en Austria para ver un palacio.

La mañana siguiente, bueno, qué cojones, no hay mañana siguiente. Me despierto a las 3 y media de la tarde del domingo, sintiendo que había dormido incluso poco. Alguno se tirará de los pelos pensando que estás en Hungría y pierdes una mañana durmiendo. Que se siga tirando, no me preocupa. Hay que conocer el cuerpo de uno mismo, a veces tienes que darle el descanso que pide, si no quieres sufrir durante el día y medio que te queda en Budapest. Total, que la resaca ya está aquí. Pero teniendo un piso para nosotros y estando a dos días de Croacia, no se lleva ni tan mal. Conocer la fiesta húngara ha merecido la pena.

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