martes, 11 de julio de 2017

Días 7 y 8: Berlin deja el listón alto

En la entrada anterior me quedé en la fiesta como remedio al rompecabezas que fue llegar a Berlin. Bien, pues todos los males se olvidaron esa noche. Si salir de fiesta por una capital europea ya es un puntazo, hacerlo en la Matrix en Berlin es un nivel más. Y si puedes presentarte a las 5 de la mañana en el gran muro para sacarte las fotos más ridículas del viaje, todavía mejor.

La tarde del domingo vimos lo que nos quedaba de visitar, que tampoco era mucho, ya que los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial dejaron la ciudad en escombros. Además, los monumentos emblemáticos están cerca los unos de los otros. A simple vista Berlin es fea, no tiene edificios antiguos, no tiene palacios, no tiene casco viejo y lleva en obras desde el final de la guerra. Pero si consigues adentrarte en la ciudad, comprenderla, tener una mirada retrospectiva, y sobre todo si te gusta la historia moderna, Berlin guarda secretos que en ninguna otra ciudad del mundo vas a encontrar.

Las paredes de la capital son un libro abierto que relata con viveza los 12 años más negros de la historia moderna, desde el 1933 al 1945, los años del nazismo. Por si fuera poco, también es protagonista de la Guerra Fría, y todavía se percibe en los ciudadanos la situación que se vivió durante 30 años en los que un muro dividía amigos y familias. Si tienes ganas de leer, Berlin es un libro abierto. Como no quiero que esta entrada se convierta en una clase de historia, voy a guardarme lo aprendido y disfrutado en estos dos días para mí, y prosigo con el otro detalle curioso de la estancia. Volveré pronto.

Nos hospedamos en el hostal de empleados peculiares que ya mencioné en la anterior entrada. Teníamos reservadas 5 camas en una habitación de 6, por lo que podían meter a otro viajero en nuestra habitación cualquiera de las noches. Las primeras dos estuvimos solos, la habitación era exclusivamente para nosotros y no molestabamos a nadie. La sopresa vino el tercer día, cuando depués de comer nos dirigimos al hostal a echar la siesta, y vemos que hay alguien en la cama que no habíamos ocupado. Avergonzada, baja de la cama y sale apresurada al baño. Era una mujer con genitales masculinos: alta, con tacones, mallas, vestido y más barba que nosotros 5. Intentamos no molestarla y ponemos la alarma a las 7. Hay que madrugar, nos vamos a Praga.

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