lunes, 24 de julio de 2017

Días 14 y 15: Recuperando fuerzas en Budapest

A medida que va suavizando la resaca, nos van entrando ganas de salir a conocer Budapest y cambiar esa mala imagen que nos dio el camino de la estación al hostal. Y qué mejor que conocerlo desde lo alto. A media tarde salimos de casa hacia la Ciutadella, una especia de fortaleza en lo alto de una colina desde donde nos han prometido que las vistas son espectaculares. Está a la orilla del rio, por lo que no tardamos en llegar. Cuando llegamos arriba está comenzando a atardecer, y nos quedamos un buen rato disfrutando de las vistas y de las nubes rojas que tiñen la capital húngara. Hay mucho turista y mucho fotógrafo en la cima. No me gusta sacar la cámara cuando hay tanta gente sacando la misma foto, por lo que decido no tirar fotos a ese atardecer. Puede que también sea porque estaba cansado.

Cenamos el mejor y más barato kebab que he probado nunca, y vamos a dar un paseo por el Danubio. Hay que decir que en Budapest la comida es muy barata, lo cual es una alivio para nosotros y para nuestras carteras, que a estas alturas de viaje no están para sustos. El paseo por el río nos deja un momento curioso. Queríamos sacarnos una foto de grupo a la orilla del rio, así que apoyé mi cámara en un muro con el temporizador activado. Mientras sonaba el pitido de espera, un joven de origen chino se quedó mirando la cámara de cerca. También nos miraba a nosotros de vez en cuando. Se mantuvo así unos cuantos segundos, hasta que cogí la cámara de nuevo. Entonces vimos que desde un lateral su madre nos estaba sacando fotos a los cinco. Todos pensabamos que el chaval ese quería robar la cámara, pero resulta que su madre estaba fotografiándonos. Después ella nos sacó fotos con mi cámara. Luego con el hijo. Y otra más con su movil. Por último un selfie con el móvil del hijo. Y así estuvimos durante unos minutos. Incrédulos. Otra situación surrealista más para apuntar.

Continuamos el paseo hasta ver el Parlamento desde la otra orilla. Dicen que es una de las vistas más bonitas de Budapest. El Parlamento a la noche está completamente iluminado y se refleja sobre el Danubio. Es ese mismo Parlamento desde donde se decide que hay que cerrar las puertas a los refugiados. Pero bueno, esa no es la cuestión de esta entrada, y viniendo del país del que venimos, tampoco estamos para dar lecciones.

La mañana siguiente Villa y yo damos un paseo hasta la sede del mundial de natación de Budapest, que se inauguró días antes de nuestra llegada. Me hubiese encantado ver algún evento de natación, waterpolo o saltos, pero llegamos al mediodía y la competición había parado para comer. Como eran las rondas preliminares, la entrada apenas costaba 5 euros. Esta vez la suerte no estuvo de cara.

A la tarde vino uno de los mejores momentos del viaje. Budapest es famoso por sus baños termales, así que no podíamos irnos sin entrar a unos. Nos decantamos por los baños Rudas, por la cercanía al hostal. Las dos horas que pasamos dentro nos sirvieron para recuperar fuerzas y descansar las piernas después de los casi 300 kilómetros que llevamos encima. Lo único malo es que el día que decidimos ir a los baños, estaban abiertos únicamente para hombres, y vimos alguna que otra imagen desagradable que mejor no os detallo en profundidad. Pese a todo, si vais a Budapest, no dejeís de ir a unos baños termales. La ciudad en general no nos ha sorprendido. Sabíamos que no tenía mucho para ver, ni siquiera hemos hecho el free tour que solemos reservar en cada destino, aun así, el aspecto que tiene no está a la altura de una capital europea. Es el país más pobre que hemos visitado, y lo teníamos en mente como un fin de semana de mera transición hacia Croacia.

Salimos de los baños Rudas revitalizados y con las piernas como nuevas. Volvemos al hostal a coger las mochilas y ponemos rumbo a la estación de trenes. Último kebab en Budapest y cogemos el autobus hacia Croacia. No espera una larga noche de viaje.

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